Para mí, era la chica más linda del pueblo. Su larga
cabellera negra, sus caderas anchas y la frescura de su
juventud, me tenían loco. Había intentado de muchas formas acercarme a ella,
desde el piropeo educado hasta las visitas a su casa a través de
su hermano, amigo mio.
Era recia la moza, cuando me miraba con sus grandes ojos
negros sentía como mis pantalones se me aflojaban y quedaba como desnudo
ante ella. ¡Cuanto me gustaba!...solía ir todas las noches a la esquina de su
casa, allí me paraba, bien camuflado, con mi poncho, mi sombrero y la luz
cashquita de la calle , no me podían reconocer.
La tenía siempre en la mira, vigilaba a distancia todo lo que
hacía y cuando pasaba por mi delante sentía que me desmadejaba y me
temblaba el cuerpo.
Mis amigos se dieron cuenta de mi interés por ella. Me hacían
chacota y se reían de mi. Al principio lo tomaron en broma, pero cuando
realmente leyeron mis ojos, me comprendieron. En un gesto solidario, comenzaron
a proponerme formas de acercarme a ella, con regalos, con invitaciones,
con cartas... ¡Cuántas cartas súper romanticonas ya le había hecho!
con palabras rebuscadas de los mejores poemas de Bécquer. Ya lo había
intentado todo, todo, menos.... ¡una serenata! Gritaron todos a una voz,
llevémosle una serenata. “Eso no falla hermano, yo te lo aseguro,
así me hizo caso la Rosita, a las mujeres eso les gusta, a ellas les
entras con música, nosotros te ayudamos”
Comenzaron los ensayos, toda la semana al salir del colegio,
íbamos a la casa de don Pepito a practicar, escogimos las canciones precisas
para la ocasión y le dimos duro al ensayo. Al final de la semana
estábamos listos para el estreno.
Llegó la noche esperada No hubo luna, pero ya no podía
esperar más.
Todo estaba bien coordinado. Llegamos a la puerta de su casa
y comenzamos. Yo tocaba las maracas, para darle a algunas canciones
un tinte tropical.
Iniciamos nuestra romanza con “ansiedad de
tenerte en mis brazos”, luego con “El día que me quieras”, seguimos con
“Que te quiero, sabrás que te quiero”....y por último “Amorcito corazón”, mi
preferida.
Hicimos una pausa en nuestras tonadas, cuando de pronto, alguien
de nosotros encendió un fósforo para prender su cigarrillo....y por fin, nos
dimos cuenta.
La puerta, tenía puesta semejante candado, que por su tamaño
y antigüedad parecía un vigilante adusto que nos invitaba a retirarnos...
Más adelante, nos enteramos que la mocita se había ido
a un velorio, había muerto su tío más querido y con él…
¡todas
mis ilusiones de aquella noche!
JERAMEELL O.
Para mi tío Magno, músico, poeta y loco.(Q.E.P.D)