jueves, 11 de abril de 2013

MI TRABAJO MEJORA VIDAS

(TESTIMONIO GANADOR CONCURSO "MI TRABAJO MEJORA VIDAS"- INABIF)


Ingresé a trabajar al INABIF hace 18 años, integrando la primera promoción de Educadores de Calle, donde estuve trabajando durante siete años, atendiendo a los niños y adolescentes que trabajaban en las calles y a sus familias. En aquel entonces fueron muchas las satisfacciones que sentimos mis compañeros y yo, al trabajar con este tipo de población, quizás con pequeños logros, pero sobretodo haciendo una labor con verdadera responsabilidad social y mística, la cual nos permitía realizar un buen trabajo en equipo.


Hermosos tiempos aquellos en que la calle era nuestro lugar de trabajo y podíamos hacer llegar a los más humildes y carentes nuestro apoyo incondicional.
Hacia el año 2000, por necesidad del servicio, me enviaron a trabajar como psicóloga en la Casa  Estancia Palomitas, albergue para niños y adolescentes varones con perfil de calle. Con ellos estuve un año, siendo trasladada luego a Casa Estancia DOMI, para adolescentes mujeres con el mismo perfil, donde trabajé por espacio de cinco años. En un inicio pensé que me sería difícil trabajar en ambientes cerrados como las Casas  " Palomitas" y  "Domi", luego de trabajar tantos años en la calle, con un horario relativamente libre. Sin embargo, más que una desventaja, fue muy  valioso, pues adquirí gran experiencia atendiendo a los niños, niñas y adolescentes que  ingresaban con diferentes grados de deterioro de vida en calle.
                                         
Trabajar como psicólogo, en centros de atención cerrada para niños y adolescentes con perfil de calle, es todo un desafío. Es una labor que requiere de bastante entrega y dedicación. Muy frustrante, sí, puesto que nos encontramos con tres problemas principales que afrontar: las conductas marginales aprendidas en calle, el consumo de sustancias psicoactivas y los traumas por maltrato y violencia sexual que la mayoría de estos niños, niñas y adolescentes han sufrido, lo cual se traduce muchas veces en problemas de identidad que algunos de ellos presentan.


Cabe señalar que, al inicio de mi trabajo en dichos hogares, el problema de consumo de sustancias psicoactivas no se percibía como muy importante para ser abordado. Lo principal era sacar de la calle a los chicos y brindarles un espacio más apropiado para su desarrollo integral. Sin embargo, cada día observaba que a pesar de toda la atención y tratamiento que se les daba, no avanzaban en sus procesos. Si daban un paso, retrocedían dos, sobre todo los fines de semana, cuando regresaban de sus permisos. Me preocupaba mucho esta situación.
Los programas de modificación de conducta, las terapias de apoyo, de reaprendizaje, que aplicábamos, no tenían mucho efecto. Faltaba algo más. Al investigar más sobre este problema y al capacitarme en la especialidad, reformulé el trabajo con una metodología  por fases, agregándole en el Tratamiento por Consumo de Sustancias Psicoactivas,  un primer proceso,  de desintoxicación, que fue lo más difícil y fuerte para afrontar con este tipo de población.
El tratamiento de desintoxicación requería, además, un tratamiento psiquiátrico a través de medicación, el cual no es muy fácil de aplicar a los chicos de la calle ya que a veces son reacios a tomar medicinas.

Por otro lado, estos adolescentes presentan conductas oposicionistas. Por ello, antes de iniciar el tratamiento en la Casa Estancia Domi era necesario hablar primero con las adolescentes para mostrarles las consecuencias de las drogas en su organismo y enseñarles el procedimiento que podía ayudarlas a superar esta situación: medicación, dieta apropiada, bastante líquido, ejercicios físicos, baño diario, buen uso de su tiempo libre y un trabajo psicológico para reforzar su autoestima, trabajar su baja tolerancia a la frustración, enseñarles habilidades sociales básicas y sobre todo trabajar en base a una actitud positiva al cambio.
Entre tantos casos, recuerdo mucho a una adolescente llamada Nathaly, con la cual pudimos seguir el tratamiento a cabalidad. Nathaly era una chica de 14 años, de estatura pequeña, carita agraciada y grandes ojos vivaces. Solía ser la más alegre del grupo, medio juguetona, medio líder a veces. Ingresó a Casa Estancia DOMI por vivir en la calle, socializar con otros adolescentes marginales y consumir sustancias psicoactivas. Había sido una niña trabajadora que vendía golosinas en la calle.


La primera vez que la ví en el Hogar,  se me acercó a preguntarme con mucha curiosidad si me iba a quedar a trabajar con ellas o si estaba de paso. Al parecer quería saber si podía confiar en mí. Cuando la entrevisté y le pregunté cómo había comenzado a consumir drogas, me contó que una amiga de su barrio le había “invitado”, que al principio ella se negaba, pero que su amiga la había retado diciéndole: “a que tú no eres de a bobo”. Nathaly siempre se refería a este término para decir que era de “corazón” o que “hacía las cosas con la fuerza del corazón”. Así fue como ella se inició en el consumo de terokal y marihuana.
Me sentía impotente al verla sufrir sus crisis de abstinencia, la desesperación, su angustia por salir y por querer consumir le cambiaban el semblante. Se tornaba por momentos agresiva, por momentos desolada y triste. Nathaly era, por lo general, como una campanita alegre en el hogar,  pero cuando llegaban sus crisis de abstinencia, el hogar se quedaba silencioso...


Este fue uno de mis primeros casos que atendí,  en Casa DOMI y me esforzaba por saber que más podía hacer por ella. El problema iba más allá de los traumas o heridas que lo hubieran causado. La familia la apoyaba, se preocupaba por ella. La mamá era puntual en las visitas y seguía las recomendaciones sobre la forma como debía tratar a Nathaly, en especial en la parte afectiva. Cada día se le enseñaba a Nathaly a asumir una actitud positiva acerca de su vida, de tal manera que pudiese hacer planes y tener metas. Poco a poco, sus conductas de calle iban disminuyendo, hablaba menos groserías, era más respetuosa con las personas mayores, asistía al taller de  manualidades con agrado y ya pensaba más en estudiar y menos en la calle.


Así se mantenía por períodos cortos de dos o tres meses, pero las crisis de abstinencia continuaban apareciendo. Entonces comprendí que necesitaba hacer algo más por ella. La llevé al psiquiatra especialista del Hospital Víctor Larco Herrera, quien luego de evaluarla, la medicó, le hizo una especie de cura del sueño. Nathaly empezó a pasar la mayor parte del tiempo durmiendo.


Durante el primer mes, sólo se despertaba para comer o hacer sus necesidades básicas. Recuerdo que solía quedarse dormida en todas partes: en el taller, en la capilla, hasta en mi escritorio, y cuando íbamos de paseo, la llevábamos sosteniéndola, media adormecida. Sus demás compañeras eran solidarias con ella, la ayudaban en su tratamiento, dándole ánimos y cuidándola, logrando que aún así, en ese estado, ella estuviese presente en todas las actividades grupales que se hacían en la casa: en las reuniones, asambleas, en el deporte, en las fiestas, en los paseos, en los talleres socio formativos, medio adormilada poco hacía, pero formaba parte del grupo.

El psiquiatra fue reduciendo paulatinamente la medicina y luego de tres meses, hacia el mes de abril, Nathaly se encontraba preparada para estudiar en el colegio. Reforzamos primero su tratamiento integral, le enseñé técnicas de relajación que la ayudaban bastante a manejar su tolerancia y fuerza de voluntad. Trataba de mantenerla ocupada. Al principio dándole tareas que a veces no le gustaba mucho hacer, las cuales compensaba con otras actividades que ella prefería, como escuchar música, ver una película de su agrado o bailar. Con el apoyo de las tutoras se le iba reforzando sus habilidades sociales, y cuando comenzó a ir al colegio le brindamos todo lo que necesitaba para estudiar, proporcionándole uniforme, útiles escolares, libros y material didáctico que necesitaba, ayudándola en sus tareas y reforzando su aprendizaje escolar.

Satisfactoriamente, para nosotros en el INABIF y para su familia, Nathaly se convirtió ese año en una de las primeras alumnas del primero de secundaria de su colegio. Cada día se esforzaba más, estaba contenta con sus notas y sus avances.  Todo el Equipo Técnico de Casa Estancia Domi la apoyábamos para que no decayera, y ella,  valoraba ese apoyo.

Recuerdo aún como los halagos, las felicitaciones, los elogios, eran los más utilizados y los que tenían mayor efecto en su tratamiento. Le gustaba mucho mostrarnos sus calificaciones y que la abrazáramos diciéndole “Muy bien Nathaly, sigue así, adelante, tú puedes, no te dejes vencer”.

Al empezar diciembre, Nathaly comenzó a salir de visita a su casa los fines de semana, y para fin de año su familia solicitó su reinserción. Luego supimos que continuó sus estudios secundarios y que había dejado de salir a la calle y también de consumir drogas.
Un día, después de tres años de ver por última vez a Nathaly, ella llegó de visita a Casa DOMI, el día que celebrábamos los 15 años de algunas adolescentes. Me dio mucho gusto verla muy bien, con su alegría característica y sus ojitos coquetos. Me abrazó fuerte y me dijo “gracias señorita, gracias por todo”. Le contesté: “no Nathaly, es tu logro, es tu esfuerzo, porque tu siempre serás una chica de a bobo”. Ella sonrió como una campanita, como lo solía hacer cuando se sentía feliz...
Cuando pienso en Nathaly y en algunos de los pocos casos que como ella pudieron salir adelante, me siento un poco más gratificada al saber y sentir que nuestro trabajo en el INABIF, si MEJORA VIDAS. Está diseñado, programado, planificado para hacerlo y en el tratar de hacerlo cada día, a veces lo logramos, dependiendo de las circunstancias que rodea a cada caso. Si no es así, sabemos también que todo el esfuerzo, todas las orientaciones y consejos que alguna vez les dimos a nuestros chicos y a sus familias, no han quedado en el vacío, que en algún momento de sus vidas recordarán lo que se les enseñó, ya que nuestra labor diaria tiene esos componentes que quizás le falte a otros tipos de trabajo: dedicación y compromiso social.
                                                                                                                                                             


                                     JERAMEELL O.                                                                                                
                                                                                                                                                                                                 (M.S.M.- Psicóloga -INABIF, concurso año 2009)



Equipo que trabaja en la Dirección de servicios de
protección al niño, niña y adolescente de INABIF
Lima Perú