CALEIDOSCOPIO
"En cuanto la mano muevo, tus ojos ven algo nuevo"
jueves, 29 de julio de 2021
LA MORTAJA
jueves, 11 de abril de 2013
MI TRABAJO MEJORA VIDAS
(TESTIMONIO GANADOR CONCURSO "MI TRABAJO MEJORA VIDAS"- INABIF)
Ingresé a trabajar al INABIF hace 18 años, integrando la primera promoción
de Educadores de Calle, donde estuve trabajando durante siete años, atendiendo
a los niños y adolescentes que trabajaban en las calles y a sus familias. En
aquel entonces fueron muchas las satisfacciones que sentimos mis compañeros y
yo, al trabajar con este tipo de población, quizás con pequeños
logros, pero sobretodo haciendo una labor con verdadera responsabilidad social y
mística, la cual nos permitía realizar un buen trabajo en equipo.
Hermosos tiempos aquellos en que la calle era nuestro lugar de
trabajo y podíamos hacer llegar a los más humildes y carentes nuestro apoyo
incondicional.
Hacia el año 2000, por necesidad
del servicio, me enviaron a trabajar como psicóloga en la Casa Estancia
Palomitas, albergue para niños y adolescentes varones con perfil de calle. Con
ellos estuve un año, siendo trasladada luego a Casa Estancia DOMI, para adolescentes
mujeres con el mismo perfil, donde trabajé por espacio de cinco años. En un
inicio pensé que me sería difícil trabajar en ambientes cerrados como las
Casas " Palomitas" y "Domi", luego de
trabajar tantos años en la calle, con un horario relativamente libre. Sin
embargo, más que una desventaja, fue muy valioso, pues adquirí gran
experiencia atendiendo a los niños, niñas y adolescentes que ingresaban
con diferentes grados de deterioro de vida en calle.
Trabajar como psicólogo, en
centros de atención cerrada para niños y adolescentes con perfil de calle, es
todo un desafío. Es una labor que requiere de bastante entrega y dedicación.
Muy frustrante, sí, puesto que nos encontramos con tres problemas principales
que afrontar: las conductas marginales aprendidas en calle, el consumo de
sustancias psicoactivas y los traumas por maltrato y violencia sexual que la
mayoría de estos niños, niñas y adolescentes han sufrido, lo cual se traduce
muchas veces en problemas de identidad que algunos de ellos presentan.
Cabe señalar que, al inicio de mi
trabajo en dichos hogares, el problema de consumo de sustancias psicoactivas no se percibía como muy
importante para ser abordado. Lo principal era sacar de la calle a los
chicos y brindarles un espacio más apropiado para su desarrollo integral. Sin
embargo, cada día observaba que a pesar de toda la atención y tratamiento que
se les daba, no avanzaban en sus procesos. Si daban un paso, retrocedían dos,
sobre todo los fines de semana, cuando regresaban de sus permisos. Me
preocupaba mucho esta situación.
Los programas de modificación de
conducta, las terapias de apoyo, de reaprendizaje, que aplicábamos, no tenían
mucho efecto. Faltaba algo más. Al investigar más sobre este problema y al
capacitarme en la especialidad, reformulé el trabajo con una metodología
por fases, agregándole en el Tratamiento por Consumo de Sustancias
Psicoactivas, un primer proceso, de desintoxicación, que fue lo más
difícil y fuerte para afrontar con este tipo de población.
El tratamiento de desintoxicación
requería, además, un tratamiento psiquiátrico a través de medicación, el cual
no es muy fácil de aplicar a los chicos de la calle ya que a veces son reacios
a tomar medicinas.
Por otro lado, estos adolescentes presentan conductas oposicionistas. Por
ello, antes de iniciar el tratamiento en la Casa Estancia Domi era necesario
hablar primero con las adolescentes para mostrarles las consecuencias de las
drogas en su organismo y enseñarles el procedimiento que podía ayudarlas a
superar esta situación: medicación, dieta apropiada, bastante líquido,
ejercicios físicos, baño diario, buen uso de su tiempo libre y un trabajo
psicológico para reforzar su autoestima, trabajar su baja tolerancia a la frustración,
enseñarles habilidades sociales básicas y sobre todo trabajar en base a una
actitud positiva al cambio.
Entre tantos casos, recuerdo mucho a una adolescente llamada Nathaly, con
la cual pudimos seguir el tratamiento a cabalidad. Nathaly era una chica de 14
años, de estatura pequeña, carita agraciada y grandes ojos vivaces. Solía ser
la más alegre del grupo, medio juguetona, medio líder a veces. Ingresó a Casa
Estancia DOMI por vivir en la calle, socializar con otros adolescentes
marginales y consumir sustancias psicoactivas. Había sido una niña trabajadora
que vendía golosinas en la calle.
La primera vez que la ví en el Hogar, se me acercó a preguntarme con
mucha curiosidad si me iba a quedar a trabajar con ellas o si estaba de paso.
Al parecer quería saber si podía confiar en mí. Cuando la entrevisté y le
pregunté cómo había comenzado a consumir drogas, me contó que una amiga de su
barrio le había “invitado”, que al principio ella se negaba, pero que su amiga
la había retado diciéndole: “a que tú no eres de a bobo”. Nathaly siempre se
refería a este término para decir que era de “corazón” o que “hacía las cosas
con la fuerza del corazón”. Así fue como ella se inició en el consumo de
terokal y marihuana.
Me sentía impotente al verla sufrir sus crisis de abstinencia, la
desesperación, su angustia por salir y por querer consumir le cambiaban el
semblante. Se tornaba por momentos agresiva, por momentos desolada y triste.
Nathaly era, por lo general, como una campanita alegre en el hogar, pero cuando
llegaban sus crisis de abstinencia, el hogar se quedaba silencioso...
Este fue uno de mis primeros casos que atendí, en Casa DOMI y me
esforzaba por saber que más podía hacer por ella. El problema iba más allá de
los traumas o heridas que lo hubieran causado. La familia la apoyaba, se
preocupaba por ella. La mamá era puntual en las visitas y seguía las
recomendaciones sobre la forma como debía tratar a Nathaly, en especial en la
parte afectiva. Cada día se le enseñaba a Nathaly a asumir una actitud positiva
acerca de su vida, de tal manera que pudiese hacer planes y tener metas. Poco a
poco, sus conductas de calle iban disminuyendo, hablaba menos groserías, era
más respetuosa con las personas mayores, asistía al taller de
manualidades con agrado y ya pensaba más en estudiar y menos en la calle.
Así se mantenía por períodos cortos de dos o tres meses, pero las crisis de
abstinencia continuaban apareciendo. Entonces comprendí que necesitaba hacer
algo más por ella. La llevé al psiquiatra especialista del Hospital Víctor
Larco Herrera, quien luego de evaluarla, la medicó, le hizo una especie de cura
del sueño. Nathaly empezó a pasar la mayor parte del tiempo durmiendo.
Durante el primer mes, sólo se despertaba para comer o hacer sus
necesidades básicas. Recuerdo que solía quedarse dormida en todas partes: en el
taller, en la capilla, hasta en mi escritorio, y cuando íbamos de paseo, la
llevábamos sosteniéndola, media adormecida. Sus demás compañeras eran
solidarias con ella, la ayudaban en su tratamiento, dándole ánimos y
cuidándola, logrando que aún así, en ese estado, ella estuviese presente en
todas las actividades grupales que se hacían en la casa: en las reuniones,
asambleas, en el deporte, en las fiestas, en los paseos, en los talleres socio
formativos, medio adormilada poco hacía, pero formaba parte del grupo.
El psiquiatra fue reduciendo paulatinamente la medicina y luego de tres
meses, hacia el mes de abril, Nathaly se encontraba preparada para estudiar en
el colegio. Reforzamos primero su tratamiento integral, le enseñé técnicas de
relajación que la ayudaban bastante a manejar su tolerancia y fuerza de
voluntad. Trataba de mantenerla ocupada. Al principio dándole tareas que a
veces no le gustaba mucho hacer, las cuales compensaba con otras actividades
que ella prefería, como escuchar música, ver una película de su agrado o
bailar. Con el apoyo de las tutoras se le iba reforzando sus habilidades
sociales, y cuando comenzó a ir al colegio le brindamos todo lo que necesitaba
para estudiar, proporcionándole uniforme, útiles escolares, libros y material
didáctico que necesitaba, ayudándola en sus tareas y reforzando su aprendizaje
escolar.
Satisfactoriamente, para nosotros en el INABIF y para su familia, Nathaly
se convirtió ese año en una de las primeras alumnas del primero de secundaria
de su colegio. Cada día se esforzaba más, estaba contenta con sus notas y sus
avances. Todo el Equipo Técnico de Casa Estancia Domi la apoyábamos para que no
decayera, y ella, valoraba ese apoyo.
Recuerdo aún como los halagos, las felicitaciones, los elogios, eran los
más utilizados y los que tenían mayor efecto en su tratamiento. Le gustaba
mucho mostrarnos sus calificaciones y que la abrazáramos diciéndole “Muy bien
Nathaly, sigue así, adelante, tú puedes, no te dejes vencer”.
Al empezar diciembre, Nathaly comenzó a salir de visita a su casa los fines
de semana, y para fin de año su familia solicitó su reinserción. Luego supimos
que continuó sus estudios secundarios y que había dejado de salir a la calle y
también de consumir drogas.
Un día, después de tres años de ver por última vez a Nathaly, ella llegó de
visita a Casa DOMI, el día que celebrábamos los 15 años de algunas
adolescentes. Me dio mucho gusto verla muy bien, con su alegría característica
y sus ojitos coquetos. Me abrazó fuerte y me dijo “gracias señorita, gracias
por todo”. Le contesté: “no Nathaly, es tu logro, es tu esfuerzo, porque tu
siempre serás una chica de a bobo”. Ella sonrió como una campanita, como lo
solía hacer cuando se sentía feliz...
Cuando pienso en Nathaly y en algunos de los pocos
casos que como ella pudieron salir adelante, me siento un poco más gratificada al saber y sentir
que nuestro trabajo en el INABIF, si MEJORA VIDAS. Está diseñado,
programado, planificado para hacerlo y en el tratar de hacerlo cada día, a
veces lo logramos, dependiendo de las circunstancias que rodea a cada
caso. Si no es así, sabemos también que todo el esfuerzo, todas las
orientaciones y consejos que alguna vez les dimos a nuestros chicos y a
sus familias, no han quedado en el vacío, que en algún momento de sus vidas
recordarán lo que se les enseñó, ya que nuestra labor diaria tiene esos
componentes que quizás le falte a otros tipos de trabajo: dedicación y
compromiso social.
JERAMEELL O.
(M.S.M.- Psicóloga -INABIF, concurso año 2009)
Equipo que trabaja en la Dirección de servicios de protección al niño, niña y adolescente de INABIF Lima Perú |
martes, 31 de julio de 2012
LA SERENATA
EL CUCULI
Caía la tarde, cuando me encontraba en la pampa, terminando de dar agua a mis jumentos y a mis vacas. Esta era una labor diaria, que aunque rutinaria, me permitía en cierta forma relajarme al contemplar la belleza del paisaje de mi tierra sucrense.
Mi corazón palpitaba a cien por minuto, sentía que iba a reventar en mi pecho, cuando de pronto visualicé el pequeño foco de luz en la esquina que comienza el pueblo, apuré más el paso y la melodía me salía entrecortada, él aún me seguía.
Desde ese día no volví a tocar jamás el cuculí, traté de deshacerme de este instrumento, no quise volver desbordar mi tristeza en la música, porque aquella vez sentí, que tocando mi cuculí, el sonido especial que emitía, proyectaba de tal forma mis penas, que estas también podían ser compartidas con el más allá...
(dedicado a mi tío Roberto Aliaga)
viernes, 20 de julio de 2012
EL PEROL
Sucre, un pequeño pueblo anclado en las faldas del cerro Huishquimuna, allá en
la provincia de Celendín del departamento de Cajamarca, es una ciudad-campiña encantadora,
en la que
antiguos españoles en
tiempos coloniales, prendados de
su belleza, forjaron allí
su destino, por ser una hermosa tierra, en cuyos aires se respira aún esa pureza y frescura de la vida, con sus hermosas pampas
verdes que alfombran la campiña, brindando
paz y sosiego
al espíritu con toda esa armonía de
la naturaleza, que invita a la vida y
promueve el amor.Cuando era niño y sentía la pureza y
calidez del ambiente sucreño, escuchaba
conversar a los abuelos que se sentaban
en las esquinas o en las puertas
de sus casas para “mashaquearse”, y contar viejas historias en
las que siempre concluían con una frase: “nuestro Sucre también es un mendigo sentado en un banco de oro”No comprendía muy bien lo que querían
decir, pero quizás decían esto,
aludiendo a un hecho curioso que sucedió en nuestro pueblo, hace mucho, mucho tiempo…Cuando Sucre apenas nacía y mucho antes que se construyera o
siquiera se tuviera planes de hacer la actual posta médica, que se ubica en la
entrada de la ciudad, el terreno aledaño
a ésta, era fangoso, cubierto de vegetación, pero siempre húmedo, por eso era
utilizado, solo como pasto para el ganado, más que para sembrar.Un día de aquellos antiguos, había llovido tanto y tan
seguido en la noche, que la gente pensaba que ya se acercaba el fin
del mundo. El pueblo se veía inundado totalmente, el hermoso empedrado que en
ese entonces cubría las calles de este
pequeño pueblo, se veía limpio y
reluciente por la baldeada a la que había sido expuesto. Ya en la madrugada, el agua aún corría y
algunos pequeños rayos de sol aparecían aquella mañana. Era hermoso el espectáculo de aquel paisaje
serrano, luego del diluvio. Se sentía la calma, la tranquilidad, los pajarillos cantando alegres desde los árboles recién bañaditos...Algunos ganaderos, a esas horas del alba, se
apuraban en ir a ver a sus vacas. Uno
de éstos, el que tenía sólo una vaquita que
criar, iba triste porque su esposa se
encontraba un poco enferma. Caminaba por la vereda del costado del bosque de Don Pepito Sancho, pensativo y triste, todo le parecía gris y su
mirada solo iba recorriendo el suelo. De pronto, sintió una luz cegadora, un
rayo de luz muy intenso que le empañó
los ojos. No sabía lo qué era, pero se apresuró en averiguar de dónde venía
esa luz. En medio del barro se veía claramente un
pedazo de metal brillante, tan brillante como la misma luz del sol. Se acercó lentamente para observar bien lo que realmente era, sin embargo, se dio cuenta que no
era nada pequeño, trato de limpiarlo y mientras más limpiaba, mas grande se
hacía el pedazo de metal, hasta que se
pudo visualizar un trozo de metal amarillo con la forma de un asa. Siguió escarbando y limpiando, el barro de la
superficie estaba un poco duro en esa zona, la lluvia lo había aflojado, pero aun se
hacía difícil escarbar. De pronto, se dio cuenta que había otra persona a su
costado preguntándole sobre lo que
estaba haciendo, pero no lo quería decir, era
evidente lo que estaba encontrando…De pronto ya no eran dos, habían ya, seis
personas que observaban con mucha curiosidad lo que estaba sucediendo: claramente,
se podía ver que se trataba de un perol,
uno de aquellos recipientes de metal que se usaban antaño para cocinar sobre un fogón con leña, aunque llamaba mucho la atención, el color y la
brillantez de éste.Ya la noticia estaba de boca en boca de todos, se había encontrado un perol de oro, de oro…La gente corría a ver lo sucedido,
acudieron personajes importantes del pueblo, como el jefe de la policía y hasta el
Alcalde, querían saber de lo sucedido}.}Estaban todos allí, asombrados por la maravilla encontrada.
Unos daban gracias al cielo por lo enviado, otros trataban de dar una
explicación de lo sucedido, argumentando que los antiguos incaicos lo
enterraron allí, al saber de la llegada de los españoles. Los demás no podían creerlo, incluso murmuraban:
“Quizás no sea de oro, sólo esta pulido por el fango”. Sin embargo, los
expertos conocedores, dieron por confirmado que se trataba de un perol de
oro.. ¡¡De oro!!De pronto, alguien dio una idea sobre qué hacer con él y muchos
comenzaron a especular. Se decía que salvaría al pueblo de la pobreza. Quien lo encontró, refutó y dijo que le pertenecía
a él. Otros dos dijeron que a ellos también les
pertenecía, ya que habían ayudado a encontrarlo. De
pronto, el
jefe de la policía afirmaba que lo iba a decomisar para informar a las
autoridades superiores. Por último, el alcalde no se quedó atrás, afirmando que
era propiedad de la Municipalidad, ya que éste se había encontrado en su
jurisdicción. Llegó un momento en que
todos estaban eufóricos, con los rostros enrojecidos, con la mirada medio desorbitada y el entrecejo fruncido, totalmente perturbados con la
brillantez del perol.El perol era grande
y muy hermoso... se le calculaba más o
menos un metro de diámetro y ya lo habían sacado, hasta casi la mitad. La discusión subió de tono. Sólo se escuchaban gritos y
jaloneos. La turba se enardeció y lo tenían
cogido de un asa, pero faltaba aun sacarlo. El
terreno estaba fangoso y un poco duro,
lo cual hacia difícil su
extracción. Cuando de
pronto la discusión se puso tan violenta, que por un segundo se les olvidó coger bien el
perol. Confiados en que ya lo habían
sacado hasta la mitad, y para sorpresa de todos, así como apareció, se volvió a
hundir rápidamente. Tuvieron que soltarlo, pues pesaba mucho y sentían que algo halaba hacia adentro de manera increíble. Todos Trataron de meter sus
brazos para contenerlo, pero una fuerza de atracción casi diabólica,
hizo desaparecer en unos segundos el hermoso perol de oro. Fueron en vano los intentos de recuperarlo,
metían palos enormes a fin de ubicarlo,
pero nada... ya no se escuchaban los gritos, ni las euforias, ni los reclamos,
solo había un silencio sepulcral, mientras trataban de encontrarlo.Comenzaba a caer la tarde, una a una
las personas fueron retirándose del lugar....(Dedicado a mi papá Pepito Sancho, un hombre inigualable, excepcional..) Jerameell O.
Jerameell O.